Crónica del Spring Break Festival 2014 en Santander.
Como ya os contábamos hace unos días, el miércoles pasado se celebró el Spring Break Festival en Santander, una mezcla un poco extraña de rock-indie-electrónica-partido Barça-Madrid.
Fue una noche rara (sí, me repito, pero es que es la palabra). Dos escenarios, bueno, un escenario en el interior de la sala y una carpa Red Bull en el exterior con dj’s. Y una pantalla con todo el previo y el partido de final de copa a un lateral del Escenario Santander, cosa que para mí sobró mucho. Entiendo que la organización mire por la asistencia de la gente al evento que ese es el fin de estas cosas, pero no lo comparto, me parece una falta total de respeto hacia el grupo que estaba en el escenario en el momento del partido.
La tarde empezó flojita, dj’s tanto en el exterior y en el interior y poca gente por allí. Tras esta primera actuación – contacto salen al escenario Kitai. Yo nunca les había visto y me quedé sin palabras. No es que me engancharan, sinceramente, quizás porque el sonido era un poco regular. Lo que no puedo negar es que tienen un rollazo, sonaban muy fuerte, sin importarles si había mucho o poco público lo dieron todo. Hay gente que tiene fuego dentro, y Alex, el cantante, lo tiene. Y bailes raros, muy a lo Mick Jagger. Extravagancia.
Después vino lo que fue para mí el plato fuerte, Dinero. A Y. Que no es porque a mí me gusten, que sí, pero es que se salieron ahí arriba. Sobre hora y medio de concierto con la intensidad al máximo. Contundente, canciones con fuerza, rabia, sudor, con un genio a la batería, un gran peso sobre el bajo y una guitarra que te disparaba a la cabeza. La gente queríamos caña y nos dieron dos tazas. El momento mecheros con Autoafirmación fue precioso, y el fin de fiesta En invierno digno de un buen ataquito al corazón. He de mencionar que durante el show gran parte de los allí presentes sólo estaban viendo el partido de fútbol, se les oía cantar los goles e incluso pedían que se apagara la música siendo ésta la razón principal del evento. Y les odié mucho y fuerte. Eso sí, pena me da que no saben disfrutar de la música y solo van a emborracharse y a moverse sin sentido mientras suena música electrónica.
Y esa es otra, a partir de ese momento empezaron los dj’s. No es que tenga nada en contra, es que el ambiente en general de la gente que lo escucha no me gusta, y la mayoría de la música la encuentro repetitiva y muy parecida. Siempre hay excepciones y canciones que me gustan, claro (las más famosas, yo es que soy muy mainstream) y justo alguna de ellas las escuché esa noche, exactamente igual que las mezclas originales de otros dj’s, no sé. También tengo que mencionar que The Wicked Pair sí que me gustaron bastante, otro rollo. Y como no tengo ni idea de este tipo de música (y de lo demás poco) mejor voy a cerrar el pico antes de que me linchen. Pues ya ves!
Donde muere el escenario
25 de abril de 2014
27 de diciembre de 2013
De despedidas y sonrisas (o cómo decir adiós al viaje del sonámbulo)
Cuando no sabes cómo empezar a escribir sobre un concierto
es que ha ido muy bien. O mejor que bien. Perfecto. O incluso puede llegar al
nivel de La Sonrisa de Julia este fin de semana pasado. Bueno… vale, ahí me he
pasado.
Lo primero que quiero decir es que yo no soy ni crítica, ni
resabiondilla de música, ni nada por el estilo. Yo aquí solo hablo de lo que me
pasa a mí por dentro en los conciertos, algo así como una crónica emocional. Y
yo esta vez en concreto no respondo de mí, Marcos y Raúl dan por cerrada la
etapa de La sonrisa de Julia, qué difícil es decir adiós.
Intento escribir y sólo me salen corazones de las manos, y
es que para mí La Sonrisa era mucho más que un simple grupo de música que me
gusta, se han hecho un buen huequito en mi pecho. ¿Y ahora qué? Pues supongo que ahora todo. Pueden separarse,
podemos hacernos viejos, y es que en la vida todo llega y todo pasa. Pero
siempre seguirán las canciones, tumbada en tu cama mirando al techo, darlo todo
en el coche… que en tu bar favorito cierren con ‘Puedo’, los recuerdos de horas
de viaje para verlos en otras ciudades, sus abrazos… o incluso otro nombre, mismos
músicos. Quién sabe. Lo único cierto es que la música es inmortal, y joder,
menos mal.
La noche del viernes, la calma antes de la tormenta. No
quiero decir que no fuese un cañonazo de concierto (que efectivamente fue así),
si no que yo me lo tomé así, intenté guardar las emociones para el día
siguiente. Aunque Marcos tiene algo en
la voz, en la mirada o en sus formas, no sé, que te traspasa. No puedes ir a un
bolo de este grupo y que se haga indiferente. Primera noche con un repertorio que repasa toda su historia, desde el primer
disco con Llevo tu voz, gritando, siendo bipolares y recordando al hombre que
olvidó su nombre hasta viajar con el sonámbulo. El concierto fue pasando con
momentitos en los que te hacen bailar como ‘Tormentas’ o ‘Extraño’
(parabapapapaaa) y otros en los que te
tienes que sujetar las lágrimas como ‘Luces de neón’, ni que hubiesen hecho la
canción para ese momento exacto.
Y el sábado la explosión. Al igual que la noche anterior
telonean Los clientes de la noche. Me gusta. Gente joven con mucho rollo y que
suenan muy contundentes, yo que vosotros iría apuntando este nombre. Después del
calentamiento empieza la fiesta de verdad y aparecen en el escenario La sonrisa
de Julia y la banda con mis consiguientes cosquillitas en el estómago. Comienza
(y termina, qué sinsentido todo) ‘El viaje del sonámbulo’. Iban pasando los
temas con un repertorio parecido al día anterior pero aún mejor (aunque parecía
que no, sí fue posible). Yo solo podía sonreír mucho y muy fuerte, bailar y
moverlo como nunca en un concierto, ni pestañear, dejar que el corazón latiera
al ritmo que marcaba Raúl, y aún más fuerte cuando Marcos se enfrentó él sólo
con su acústica a las más de 400 personas que estábamos allí abajo.
Increíble la complicidad que había en ese escenario, y sobre
todo en la improvisación-presentación de la banda. Jacob al bajo, la última
incorporación después de trabajar años con Quique González, un verdadero capo.
Mario a la guitarra, no tengo palabras, igual te toca un rocknroll que
improvisa un blues y sin despeinarse, yo aún no he visto nadie sobre el
escenario que deslumbre así con una
guitarra. Además de todo, se ve una conexión tan bonita entre Marcos y él que a
veces parecen la misma persona. Raúl, el batería que toca de pies. La persona
más adorable y sonriente, te contagia el ritmo y no puedes parar, mitad de La sonrisa de Julia, imprescindible. Y por supuesto Marcos: cantante, compositor,
guitarrista, señor con bailes extraños y una voz impresionante. No, en serio, a
parte de lo mucho que transmite, técnicamente hablando es sublime. (Bien, bien,
me sientan bien)
Esta vez no pude aguantarme, según llegaba el final se me
cayeron un par de lágrimas, y a alguno más que tenía alrededor que lo vi yo.
Pero creo que era más de felicidad por todo lo que dan que de tristeza. Y el
final,'Euforia', el estado de ánimo arriba del todo y con las piernas temblando.
En realidad, todo esto que he escrito no llega ni a la mitad
de lo preciosa que fue la despedida, no sé cómo explicarlo mejor, pero si de
verdad querías todos los detalles… ah, haber venido.
5 de diciembre de 2013
Bailar, bailar, bailar y beber, beber, beber.
Rocknroll. Después de un concierto de Los Zigarros esta palabra hace eco en tu cabeza.
Una noche (muy) fría y público muy del norte les esperaban a este grupo valenciano, pero cómo lo supieron manejar. Como que yo acabé en tirantes, pero eso es otra movida. Cerca de las once de la noche comenzó el concierto. En el escenario los hermanos Tormo, Ovidi (cantante) y Álvaro (guitarrista), Adrián Ribes a la batería y Nacho Tamarit al bajo. Es increíble la energía que tienen y cómo la transmiten. No pretenden inventar nada nuevo en la música, sin pretensiones, y quizás la clave está ahí. Se limitan a seguir los pasos del sonido del rock de siempre, recordando desde el mismísimo Chuck Berry a Los Rebeldes. Y lo hacen muy bien, con garra y con sabor propio.
A pesar de que al público le costaba entrar en calor (aunque servidora y acompañante no parasen de bailar en todo el concierto), ellos no se rendían y nos obligaban a pasarlo bien. Repasaron todas las canciones de su disco, como Cayendo por el agujero con un sonido de guitarras arrollador, o Hablar, hablar, hablar la cual hizo que bailaran hasta a las señoras con prótesis en las caderas. También sonó Voy a bailar encima de ti, y a mí no hacía más que recordarme a los Burning todo el rato. Para terminar el broche final fueron Dispárame y un bis de Hablar, hablar, hablar que hicieron que aquello fuese una maldita locura (de las buenas, de las de acabar un concierto sin poder parar de sonreír). Fue una noche tan buena que casi ni me acordaba ya que el sonido fue un poquito regular. Quien dice regular dice malo. Quien dice malo dice… bueno, ya me entendéis.
Ya lo decía Neil Young, Rocknroll will never die.
Una noche (muy) fría y público muy del norte les esperaban a este grupo valenciano, pero cómo lo supieron manejar. Como que yo acabé en tirantes, pero eso es otra movida. Cerca de las once de la noche comenzó el concierto. En el escenario los hermanos Tormo, Ovidi (cantante) y Álvaro (guitarrista), Adrián Ribes a la batería y Nacho Tamarit al bajo. Es increíble la energía que tienen y cómo la transmiten. No pretenden inventar nada nuevo en la música, sin pretensiones, y quizás la clave está ahí. Se limitan a seguir los pasos del sonido del rock de siempre, recordando desde el mismísimo Chuck Berry a Los Rebeldes. Y lo hacen muy bien, con garra y con sabor propio.
A pesar de que al público le costaba entrar en calor (aunque servidora y acompañante no parasen de bailar en todo el concierto), ellos no se rendían y nos obligaban a pasarlo bien. Repasaron todas las canciones de su disco, como Cayendo por el agujero con un sonido de guitarras arrollador, o Hablar, hablar, hablar la cual hizo que bailaran hasta a las señoras con prótesis en las caderas. También sonó Voy a bailar encima de ti, y a mí no hacía más que recordarme a los Burning todo el rato. Para terminar el broche final fueron Dispárame y un bis de Hablar, hablar, hablar que hicieron que aquello fuese una maldita locura (de las buenas, de las de acabar un concierto sin poder parar de sonreír). Fue una noche tan buena que casi ni me acordaba ya que el sonido fue un poquito regular. Quien dice regular dice malo. Quien dice malo dice… bueno, ya me entendéis.
Ya lo decía Neil Young, Rocknroll will never die.
31 de julio de 2013
Noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno.
Miércoles 24 de julio, 9 y pico de la noche,
Campa de la Magdalena de Santander.
Abren las puertas del concierto solidario de la Semana Grande de Santander en el que Rulo cantó contra el paro, una noche bonita para todos los que estábamos allí y 30.000 kilos de comida para Coorcopar, fue un trato más que justo, y si no estabas por aquí y te lo perdiste lo siento por ti.
La noche comenzó con los teloneros, otros cántabros desde Reinosa, Carburo. Un sonido contundente, la voz de Héctor y la forma de ganarse al público (y la cerveza fresquita en mano) hicieron que lo pasáramos muy bien y fuésemos abriendo boca para todo lo bueno de la noche. Sonaron temazos como’Hijo de un pobre' y escuchamos las últimas canciones a la par que veíamos los fuegos artificiales de la bahía.
Tras un descanso para cenar, seguir hidratándonos a base de rubias, no-ligar y esas cosas que hacen los rockeros, llegaba la medianoche. Se acaban los anuncios y empiezan cinco segundos de cuenta atrás, de tensión, de ganas. Comienza el concierto con ‘A punto de colapsar’ y no me llega el escalofrío que debería, será porque el segundo disco de Rulo y la contrabanda, Especies en extinción, no me ha llenado tanto como el primero o como lo hacía La Fuga. (Aquí hago un inciso para decir que me parece fatal que se sigan llamando La Fuga faltando el alma de ese grupo, así, tal cual, podéis empezar a criticarme si queréis.)
El segundo tema de la noche y el pistoletazo de salida para mí, suena ‘No sé’, se me sale la sonrisa. La noche fue mágica. ‘Heridas del rocknroll’ y ‘El mejor veneno’ para celebrar la bendita locura de ser una banda de rock y todas sus consecuencias. ‘Mi cenicienta’, haciéndome sentir que la vida es menos puta si gente como él está a mi lado (o en mis oídos). Siempre emotiva ‘Primavera del 87’ a la memoria de Gonzalo Ruiz, por todos los que cayeron (y siguen cayendo) por los borrachos de poder. ‘Buscando en la basura’ y ‘Por verte sonreír’ haciendo recordar y temblar, aunque me faltó ‘Baja por diversión’. Tras un descanso Rulo comienza ‘La fuente cacho’, sí, una de esas canciones populares que solo sabe la gente del lugar, y si eres de fuera te jodes. Tras ésta el himno del centenario de nuestro Racing de Santander, levantando muchas banderas en el público y unos cuantos aficionados del equipo en el escenario, tiñendo de verdiblanco la campa por un rato. ‘Fauna rara’ con la aparición de la banda disfrazada con cosas muy frikis que levantan la risa del público y el pasárnoslo bien. Tocaron el corazoncito ‘Buscando el mar’ y ‘La flor’, y quise muy fuerte a Rulo en ‘Tranqui por mi camino’.
La noche termina con ‘El vals del adiós’ versionada por un grupo de mexicanos ataviados con el típico traje y gorro de mariachi, ándale, ándale. Cosa que no me gustó: que no cantara él, era la última, jo, debería haberlo dejado (más todavía) por lo alto.
Sobreviví a los anuncios de reggaetón previos al concierto, al típico grupo tocapelotas de detrás al que te entran ganas de matar y a mi metro sesenta; y quiero volver a sufrirlo todas las noches si después viene Rulo y lo arregla de esa manera tan especial como solo puede hacerlo él cantando ‘Por verte sonreír’
Sólo puedo decir:‘Brindo por esas noches de verano, apurándonos los cuerpos, esa mezcla de sonrisas y rocknroll’
24 de junio de 2013
Mis dramas y el precioso de Andrés Suárez.
21 de junio, Día de la música y
yo lo celebro viendo a Andrés Suárez en directo.
No sé por dónde empezar, aún me
dura la resaca emocional, le quería y le odiaba a la vez mucho y fuerte. Se me
hicieron tan cortas las casi dos horas de concierto…
Confieso que aunque varias veces
vi que actuaba aquí y me habían hablado de él no hace demasiado que empecé a
escucharle. Pero me encantó desde el minuto uno, qué le voy a hacer, yo soy una
triste y él también, y encima gallego. Al fin perdí la Andréssuarezginidad este
viernes, y ojalá la noche hubiese sido eterna.
Este señor solo con una guitarra
acústica y toda la sala en silencio, era precioso escucharle cantar, y contar
las historias de las canciones, o cómo ‘Números Cardinales’ es ‘Puntos
cardinales’ y ‘Vuelve’ ‘Regresa’ para su mamá.
Traspasaba la piel con cada
canción un poquito más, sólo a ratos dejaba de doler, pero oye, que a mí es que
me encanta así, que me gusta el drama. ¿Tampoco esperaríais otra cosa de un
cantautor, verdad? Sonaban ‘Así fue’, ‘Tengo 26’, ‘La vi bailar flamenco’,
‘Rosa y Manuel’, ‘Números cardinales’, ‘Benijo’, ‘Vuelve’… Me rompí con ‘320
días (casi un año)’, con ‘Necesitaba un vals para olvidarte’ creía que nos
despedíamos, y jo, pero no, en realidad fue con ‘No te quiero tanto’, por todo
lo alto y con el corazón a mil, que es lo que mejor se le dá. Juro que tenía
mucha más fuerza él en ese escenario que muchas bandas de las que dan
conciertos en campos de fútbol.
Se crearon momentos preciosos en
los que se le veía cara de felicidad extrema mientras solo cantaba el público,
suave, sonaba hasta entonado; o en los que se deshacía del micro y el ampli de
la guitarra y todo se hacía mucho más íntimo aún, no tengo palabras para describirlo.
Tienen un don, y la voz muy bonita, y la capacidad de transmitir mucho, y me
alegro que le esté llendo así bien. Es que no se puede comparar el disco con el
directo directazo.
No sé si lo habréis notado ya
pero me encantó, y si me permitís un consejo: ¡Id a verlo, carallo!
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