29 de abril de 2013

La noche que fue casi eterna (y me quedé con la ganas).

No voy a engañar a nadie, a mí Love of lesbian me gustan mucho mucho y esto para nada será una crónica objetiva. Ni correcta. Ni graciosa. Ni crónica (¡Yo vengo a hablar de mi libro!). Y si venís con la intención de leer algo interesante os recomiendo que cerréis esta página, y apaguéis el ordenador, y os vayáis a la mierda librería a comprar un puto libro de Nietzsche. Si continuáis leyendo, ya es responsabilidad vuestra, yo avisé.

Pues bien, Sábado 27 de abril de 2013.
Yo iba con sentimientos reserva, es decir, encantada de la vida de verlos por fin pero no me había hecho demasiadas ilusiones, voy aprendiendo a no idealizar y esperar demasiado. (Bien por mí.) Pero no todos los días las cosas conspiran así, y hasta el mal tiempo hacía que fuese más 1999. Más Belice.

Había señores bonitos, modernos, modernas, cosas no identificadas, bollibollis (Y tanto que concierto de Amor de lesbiana, que estaba rodeada, copón), y gente normal muchos seres de diferentes especies. Cuanto menos era gracioso. Todo vendido por cierto, estaba precioso el Escenario lleno.

Algo más tarde de las diez y media, con unas cuantas cervezas en el cuerpo, se apagó la música y aparecieron en el escenario. 'Me hundí en tu noche y el placer fue infinito...'. En ese momento ya sabía que iba a ir bien. No bien, magnífico, espléndido, formidable (todo esto leído con acento francés y bigote). De puta madre, vaya.




Belice, universos infinitos, noches reversibles (no recuerdo bien el orden). Poco que decir tengo, la sonrisa de boba que tuve durante todo el concierto hablaría mejor que yo. Pero no tiene manos para escribir, lo siento. 'Alguien en una terraza ha gritado te amo...'. Era temazo tras temazo, el orden de canciones perfecto. Y fuese cual fuese diréis, pues no. Ese 1999 tras niña imantada y romper las ventanas después es la clave. La clave para que yo me quisiera morir quiero decir, pero se me olvidaron las cuchillitas en casa y me tuve que dejar las venas largas.

Yo a Santi Balmes lo amo cuando no baila tan mal, cuando cuenta la historia de Bala y cuando canta a John Boy, pero aún más cuando me parte en cachitos con esas más tristes. Que soy un drama con patas, qué le voy a hacer.

Me encanta cuando una banda hace que todo parezca tan fácil, y sé que no lo es para nada. Provocan buen rollo, y eso mola tío. Mola mucho. La cara de Oriol (batería) durante todo el concierto, como si no estuviese acostumbrado a eso ya todas las semanas, lo decía todo. Que si plumas, gafas, ¡Ponte la camisa!, movimientos sensis. La química que hay entre ellos para hacer las canciones bonitas tan bonitas y pequeñitas y mágicas; y para hacer de las divertidas un show y un espectáculo que no sabes si cantar, bailar, reírte, o qué. Lo hacen sin querer (queriendo), obligan a disfrutar al público.



En el minidescanso cogieron fuerzas para volver y hacernos ""bailar"" (comillas no, doble comillas, porque hay cada uno... que si lo vieran desde el escenario no cantarían eso de 'no bailamos tan mal...'); volvieron para hacer moverse a todos con el club de fans de John Boy, los pizzigatos, Santi amándose, (y nosotros también), Si tú me dices Ben, yo digo Affleck... Y nos anuncian el fin del concierto. Después de dos horas de bolo no está nada mal. Algunas plantas fue la fiesta, y Toros en la wii... obvio, no lo diré, no os daré lo que queréis, los duendes me dicen que queme cosas, almondiguilla. FANTÁSTICOOO (parapaparaparaaa).

Pero no acababa aquí, y yo que pensaba que no les podía querer más fuerte estaba equivocada. Los días no vividos me hicieron temblar y sentir mucho (ojalá todos los días sin vivir y poder quedarme en esa noche eternamente). La sonámbula y el insomne cerraron la noche (qué mal, qué mal. Maldita depresión postconcierto.) Y yo ahí con mi carita de tonta, ya pasó el concierto. Como cuando en la ducha intentas coger mucho agua con tus manos y se acaba resbalando todo. Pues así. Qué vacío existencial más grande.





No recuerdo, una anti-historia mejor, de contenido incierto. Y alzo el vaso, más vacío que yo, lo elevo hacia el infierno. Por lo que quizás seré, y lo que queda por hacer. Sin brindar celebraré los días no vividos.









Y al final un taxi que me lleva de vuelta a casa. (Qué irónico, ¿no?) Sin el suficiente frío para poder escribir 'Que sea cierto el jamás', ni las ganas.
  


Y al bajar del taxi... el fin, ya apenas duele.

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