6 de junio de 2013

Razón número dos para respirar.

Carta para mi catástrofe particular:

No quiero hablar de todo el daño que nos hemos hecho más. No puedo ser feliz sin ti. No puedo, no quiero. Más bien no quiero. Soy una patosa, pesada, hablo cuando no tengo que hablar, digo cosas que ni pienso para enfadarte (sin polvo de reconciliación, aquí está el fallo), a veces soy egoísta, celosa, insegura, cuento chistes demasiado malos, canto mal, me salen ruiditos sin querer, por las mañanasme dspierto con unos pelos de leona que me asusto hasta yo, te quiero... Y muchos defectos más, pero digo yo que algo te gustaría de mí, ¿no? No sé muy bien por qué, pero congeniábamos. Y creo que tano tú como yo hemos tenido momentos malos que deberíamos olvidar, empezar de nuevo a partir de aquel dibujo medio guitarra medio chica con milmanos.

Sinceramente yo creo que "lo nuestro" (que nunca supe en dónde etiquetarlo ni qué es) no ha acabado aún. No creo, no quiero. Más bien no quiero. Siento decirte que a 600 km de distancia cada vez que tengo ganas de abrazar a alguien pienso en ti, y cuando lo que necesito es que alguien me escuche, y sobre todo cuando tengo ganas de una mano caliente entre mis piernas. No puedo no imaginar tu cara cuando nos veamos por primera vez a través del cristal del aeropuerto, estoy completamente segura de que desaparecerá todo lo malo, en cuanto te llame gañán con todo el descaro del mundo. Y no diré nada del sexo salvaje que tendremos por si te me asustas, pero no pienso dejarte dormir ni diez minutos. Y por la mañana pienso comerte hasta el corazón y abrazarte muy fuerte pa' que no corra ni el aire entre tú y yo.

Pero oye, que qué sabre yo de estas cosas si sólo tengo 20 años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario